Nunca quise tener un blog. Esta
iba a ser en un principio el título del blog que me he visto obligada a hacer
para aprobar una signatura. No es que me resultase difícil, no. Simplemente
nunca he creído en las bondades de estos particulares cuadernos de bitácora
destinados a quien sabe qué. A mi lo que
me resultaba más difícil a la hora de crear un blog, era elegir el tema y el
nombre. En un principio quise que fuese algo muy específico de algo que me
gustase mucho o que estuviese muy bien informada del tema, pero para mayor
desesperación, me di cuenta que no sé lo suficiente de ninguno de los temas que
me gustan. Esa es la triste realidad de la mayoría de los Periodista, sabemos
de todo pero no somos especialistas en nada.
Después de asumir que el tema de mi
blog nunca podría ser de algo específico, me puse a buscar nombres menos
pesimistas que el que he mencionado al principio. MargaritasVerdesFritas era una opción. Otra gran apuesta fue Mixtoconhuevoporfavor, en honor a la
frase que más he repetido en estos años de carrera. Tamaradas también lo barajé como una de las posibilidades, pero me
parecía muy egocéntrico. Finalmente me decanté por el que leéis.
Aunque no me llamo Teresa ni me
gusta el café, este es el nombre de uno de los lugares más especiales para mí.
El café de Teresa era un pequeño salón de copas por la noche y un apacible y
tranquilo bar para tomar algo por las tardes. Y digo era, porque hace ahora un
año que lo cerraron. El café de Teresa ha sido durante gran parte de la carrera
mi Café de Gijón particular. Allí tuve algunas de las conversaciones más
interesante y didácticas de mi vida, compartí grandes momentos con gente a la
que quiero y entre gin- tonics y cigarros, cuando se podía fumar dentro de los
establecimientos, me fui enamorando de ese sitio, y por qué no decirlo, también
de una de las personas que siempre me acompañaba.
Las ventanas eran vidrieras Art decó
y las paredes estaban forradas de la mitad hacia arriba de tela de raso verde
oscurop con pequeños detalles en hilo dorado. De mitad hacia abajo estabán forradas
de madera.
El techo era abovedado y tenía
colgados unos angelotes de estilo rococó. Las mesas, con las clásicas patas de
forja negra, sostenían mármoles redondos y rectangulares y a su alrededor se
encontraban las sillas más cómodas del mundo.
La luz era acogedora y procedía
de apliques de pared que reflejados en una
pareded de espejos daban un aspecto mágico. Además la calidez de las velas de las mesas dotaban el ambiente de un aura
clásico, romántico, intelectual y muy armonioso.
Os estaréis preguntando dónde
estuvo este maravillosos lugar, pero prefiero no revelar más datos. Para los
que lo conozcáis, sentiros afortunados, espero que hayáis pasado en aquel
trocito de cielo tan buenos ratos como yo. Para los que no, mis siguientes
entradas serán sobre el estilo Art decó, que será el leit motiv del blog. Así
os acercaré un poco más a El Café de Teresa y a lo que allí viví y hoy me
acompaña.
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